Gabriel García Márquez.
“Todo lo que ocurre, cuando tiene importancia, es contradictorio por naturaleza”
Henry Miller (Trópico de Capricornio)
Sobreviví a la inocencia, a largas horas de lectura y nostalgia,
Al castigo sin recreo y a la rebeldía.
Sobreviví a los excesos de mi mente,
A la locura precisa y al lenguaje,
Sobreviví a la curiosidad mortal de gata insomne, en las noches aguadas de los primeros veranos.
Sobreviví al mar, a la vanidad, a los zapatos de tacón sin treguas, al carmín en el borde de una copa que no debía terminar.
Sobreviví a las pesadillas, a mis sueños desbordantes, al afán creador y a la destrucción masiva.
Sobreviví a la esperanza sin resquicios, a las puestas de sol y lunas rojas,
Al hastío, a la impaciencia y a las amapolas.
Sobreviví al miedo a dormir sola.
Sobreviví a la violencia y al lujo,
A la lujuria, a la música en directo, a la lluvia de los miércoles, a la compasión al prójimo y a los barbitúricos.
Sobreviví a los viajes transcontinentales, al mestizaje y al ultraje esporádico, sobreviví a los anillos y a la ausencia de Dios.
Sobreviví a noches eternas de sexo somnoliento y a tardes fugaces de poemas y besos.
Sobreviví a los hombres, al traje de chaqueta, a la cena que termina con el vestido en el suelo.
Sobreviví a las maletas que ocultan billetes en un doble fondo, a los taxis, a la mafia, al tráfico, a los amaneceres sentada en un banco comiendo tallarines.
Sobreviví al suicidio, a los hospitales, al cáncer y a la falta de amor,
Sobreviví a la primavera, a la lógica simbólica, a los invictos, a los ídolos salvajes y a los patos domesticados.
Sobreviví al arte pre-románico y a horas de lágrimas.
Sobreviví a la inclemencia de mi orgullo, a la fragilidad, al caos, al ruido y al tumulto.
Sobreviví al vacio de un corazón abisal,
Sobreviví a los experimentos sentimentales, a los tríos y a los celos,
a las promesas y los para- siempres.
Sobreviví al incombustible deseo y a la aprobación ajena, a la buena educación y a los burdeles.
Sobreviví a la política, a Tomás Moro, Artaud, Frida Khalo y demás masocas.
Sobreviví a la pureza infinita y tierna en la mirada de mi hija.
Sobreviví al “ipso-facto”, a la ironía, a los muros y a las murgas.
Sobreviví a la soledad y a los ladrones, a los pedantes adulterados, a los bohemios y a los iconoclastas.
Sobreviví al fuego de esta alma valiente que me lanza sin reservas.
Me sobreviví a mí misma.
Sobreviviste a la inocencia, a su pérdida brutal, al silencio ajeno y a la afasia.
Sobreviviste a los excesos de tu mente,
Al precioso delirio y a la aflicción subterránea.
Sobreviviste al exilio alemán y a todas las distancias.
Sobreviviste a la costa, a la flor del Naranjo, a las máquinas de coser y a algún invierno de hambre.
Sobreviviste al golpe seco de una mano de padre, a la espera y el espanto de su llegada a casa, al sordo rencor de un significado ausente.
Sobreviviste a los miedos de un armario oscuro, a las quimeras y a los gritos.
Sobreviviste al aroma de la albufera, al azul del cielo desde una terraza,
a las prostitutas del barrio del Carmen y a los descampados que pueblan las escavadoras.
Sobreviviste a una única chaqueta de chándal, a los melocotones y al arroz al horno.
Sobreviviste al apendicitis y a los besos.
Sobreviviste a las Amistades Peligrosas, al frío de Marzo, a la disciplina y a los uniformes.
Sobreviviste a los amigos que caen del cielo y mueren,
sobreviviste a la pérdida y las órdenes.
Sobreviviste a los sueños sumergidos bajo el agua.
Sobreviviste al amparo incondicional de una madre nueva, a una novia de ternura y queso de Burgos.
Sobreviviste a los coches de lujo y al diseño gráfico, sobreviviste a los días llenos de interrogantes, sobreviviste a la apariencia, al narcisismo, al espejismo y al orden.
Sobreviviste a la cocaína.
Sobreviviste a la inconsciencia y el exceso, a las rubias de bote, a las camas impropias, a las orgías y al insomnio.
Sobreviviste a la infidelidad, a la infelicidad consciente de un sinsentido, a la soledad infinita de todos los días.
Sobreviviste a la fiesta, al mañana mejor, al hallazgo de promesas.
Sobreviviste a Australia.
Sobreviviste a la crueldad salvaje contra ti mismo.
Sobreviviste a los doce pasos, a las caídas vertiginosas al abismo de tu alma,
sobreviviste a la fragilidad, a la inseguridad, a ser vulnerable y no demostrarlo.
Sobreviviste a las heridas que no cierran, a los destinos prefijados,
a las chaquetas de marca y a las marcas indelebles que deja el dolor al paso.
Sobreviviste al egoísmo, a los barcos de madera, a los amigos millonarios.
Sobreviviste al fuego de ese alma valiente que te lanza sin reservas.
Te sobreviviste a ti mismo.
Sobrevivimos al día a día, cada día.
Sobrevivimos primero a los finales.
Sobrevivimos a los lunes y sobrevivimos a los jueves,
a los paseos nocturnos hasta las tres de la mañana,
a las noches de invierno enredando tus piernas en las mías.
Sobrevivimos al silencio de la rutina cotidiana,
a la mágica creencia de que nosotros éramos distintos.
Sobrevivimos a las bandadas de pájaros de la ira,
a las pequeñas muertes y a los suicidios colectivos,
a nuestras diferencias insalvables
al eco de la voz, al flujo de la vida.
Sobrevivimos al cansancio y a la euforia,
a la incompatibilidad perpetua y a nuestro ego gigantesco.
Sobrevivimos a todo lo vulgar,
a la obscena ceremonia de la mentira,
a la pornografía y los versos repetidos,
a los fantasmas de las terceras personas y a los segundos lugares.
Sobrevivimos a los helicópteros, a los parques, a las caricias y a la sangre,
Al ni contigo ni sin ti.
Sobrevivimos al deseo y a la asfixia.
Sobrevivimos a la ternura indemostrable, al más difícil todavía.
Al Tú o Yo.
Sobrevivimos al Nosotros.
Sobrevivimos al agobio y a las prisas, a alguna que otra película mala,
a las peleas a voces y a las dudas.
Sobrevivimos a la desconfianza, a la extrañeza, a los espejos.
Sobrevivimos a las cartas y a las compras, a la sodomía y al bricolaje.
Sobrevivimos a la puesta en común de lo inigualable,
Sobrevivimos a los monstruos del abismo,
a las pesadillas y a la fiebre.
Sobrevivimos a la montaña rusa de las emociones,
Al pozo ensombrecido del asombro,
A las pieles y a las sombras.
Sobrevivimos a la luz. Sobrevivimos al olvido.
Sobrevivimos al vicio y a la tregua.
Sobrevivimos al espacio y a las palabras venenosas.
A los amaneceres.
Sobrevivimos a la adicción, al laberinto, al desencanto.
Agotado el intento constante de acabarnos,
De finales y puentes destruidos,
De adioses y fines transparentes,
De venganzas ruidosas del destino,
Contra todo pronóstico, predicción o apuesta,
Sobrevivimos, Amor, como a la muerte.
Sobrevivimos
1 comentario:
Te agradezco, Cherie, tu exquisita definición de todo mi pasado, de todas mis vivencias y de todos mis recuerdos. Nadie en esta vida había conseguido con unas simples letras plasmar tantos recuerdos en una cabeza ya dañada por las drogas.
Sin más, y esperando una noche loca de sexo.
Se despide.
Miller.
PD-Te espero en la cama.
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