Ojos que no ven
Corazón que no siente.
Pero yo mastico las rosas del que sabe y calla.
Te concedí la tregua de haber enmudecido.
El precio de mi silencio era que volvieras a curarme
y fueras capaz
de reconocer
en mi prudencia
la prueba más válida
de amor.
Ahora me quedo callada.
Y mastico las rosas del que guarda silencio.
Porque en algún momento, tú, has de tragarte las espinas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario