domingo, 27 de febrero de 2011

EL ARQUETIPO DE LO SIMPLE

Sentada en la habitación en penumbra del hospital te observo. Duermes. Te ves desvalido. Aún más, si cabe.
Con tu metro ochenta y cinco y siendo lo que eres, de pronto, me pareces pequeño y débil.

Te paso la mano por la cara y sueltas un suspiro.
Ya antes, cuando te trajeron, abriste los ojos un instante y al verme, sonreiste: No podías creerlo.
No esperabas encontrarme.
Sonreiste y ahora te has dormido.
Yo jamás te hubiera dejado solo.
Yo soy esto. Aunque tu jamás hayas sido capaz de verme, aunque tu cabeza enferma solo te regale una imagen deformada, irreal y lejana de mi.
Fuiste incapaz de ver hasta que punto te he querido.
Con que clase de amor limpio e infantil deseaba envolverte.
Has pasado todo el tiempo, demasiado ocupado alimentando tus fantasmas, adjudicandome amantes, inventando los argumentos que iba a darte cuando te abandonara.

Pero ahora si, me marcho. Y esta vez, aunque lo esperas,  no lo sabes.

Puede que en fondo no lo hubieras esperado nunca, y la tortura de tus celos y tus exigencias fuera una manera más de  de sentirte un poco poderoso.

Tú, tan pequeño, tan asustado frente al mundo. Tú, tan guapo, tan galán, tan prepotente.
Te observo y siento un silencio sordo y quieto dentro de mi. Agarro mi pecho, aunque se que ese silencio va a quedarse en mi, ahí dentro, clavado para siempre.

Te remueves, pides mi mano. Me susurras que me quede. Es como si presintieras lo que me está ocurriendo.
Comprendí: Algo está roto dentro de mi y es irreparable.

Tu eres el claro ejemplo de la forma en que me equivoco cuando elijo mis sueños. Ell estandarte de mi derrota.

Eres el arquetipo de lo simple.

Eres lo mismo repetido, pues ya no importa las veces que te amé, ni que volví a olvidarte.
No me importas, no te siento. Es solo un acto reflejo de mi mente, el estar aquí esperando a que te duermas, o que vuelvas a decirme que me amas y a preguntar dónde he estado y porqué.

Nunca aceptaste aquello que soy, ni aquello que me hizo. Nunca viste con buenos ojos mi carácter abierto, mi espontaneidad, mi alegría. Quisiste arrancar de mi esa parte alada. Moldear mi creatividad para que solo te escribiera a ti, para que no soñara nada más que contigo.

 No queda una gota de fe en mi.

Pero termino el simulacro en este momento, y recojo mi piernas, mi pelo, mi sonrisa, mi voz, la piel que te enredaba, los labios que abría para recibirte, mi cuaderno, el aire que me envuelve y me los llevo conmigo.

También tomo este silencio, y tu mirada de loco gritando, maldiciendo, negando, lastimante, doliente, perdida, acabada. Confusa.
Que no entiende que termina, que ya solo soy la sombra, que ya no me importa, no me duele, que ahora si, de pronto soy todo aquello que nombraste...

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