domingo, 27 de febrero de 2011

EL FRUTO DE TU ODIO

El odio es un sentimiento cálido. No podemos odiar, si no aquello que hemos amado.

Hay odios líquidos, que se van inyectando en la sangre, poco a poco. Hay odios densos, que espesan con el tiempo, que precisan del paso de los años para tomar forma, y lo ocupan todo.

Yo soy el objeto, la huella en la memoria de tu odio. Yo se, que a ciencia cierta, algún día, cuando menos me lo espere, tu odio vendrá a por mi: Ese amor mutante, esa sombra de tu alma, ese silencio en tu silencio, y lo hará con todo su veneno.

Han pasado seis años, y puede todavía, que pasen muchos más, pero solo es cuestión de tiempo.

Algunas noches, su eco me despierta. Mi teléfono suena en la madrugada, y solo yo se, que es la señal de tu odio, la que marca mi imsomnio, la que espera a que amanezca para dejarme respirar.
Hay días, que siento que alguién camina trás de mi, pero cuando vuelvo la vista atrás sobre mis pasos, solo hallo una sombra.

Hace sol. El mundo es una ventana. Escucho al fondo la voz de mi hija que juega en el jardín y me llega una brisa cargada de flores desde la lejanía.
Pero entre toda esta belleza tu odio me acecha. Y yo lo presiento como un himno negro, como un hilo afilado que al rozarme cercena mi aliento.

Soy los ojos de la gacela con la pata rota. No podré huir de tu odio.

Ningún amor podrá salvarme entonces, y eso bicho negro que ahora tu alimentas, que se retuerce al escuchar mi nombre, que me duele en anticipo. Ese animal elocuente y ciego que me presagia, se echará sobre mi, se meterá en mi cuerpo, acabará con mi sonrisa.

Me lo quitará todo.
A mi, que soy el fruto de tu odio y su objetivo.

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