Me confieso:
Tengo el cuerpo lleno de cicatrices de deseo,
y fueron tantas veces:
lamias con tu lengua la ira que yo escribia sobre mi piel.
Entonces no me importaba nada,
tras el reproche,
yo dejaba caer mi vestido y tu me cerrabas la boca con un beso.
El viento abría la ventana,
y tu abrías mi nostalgia y mis piernas con los dientes,
y dejabas caer en mi cadera
las palabras
precisas
que me hacian ser
Estaba marcada y conforme.
Hoy vuelves y exiges mi saliva,
las marcas de mis uñas,
mi voz quebrada al borde de tu cuello.
y yo te sonrio,
tengo los labios a la altura precisa
y las piernas con la medida exacta,
entorno los ojos
y después te miro.
La posesión es un acto macabro,
que antes o después se vuelve contra uno.
Pero eso tú, nunca lo has sabido.
Por eso yo nada deseo.
Vivo el instante.
La Ceremonia del NO ha dado comienzo.
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