El olvido es una cosa muy extraña.
Aún no lo logro descifrar el mecanismo que me lleva a soñarte, cuando ya no te recuerdo.
Y a qué lugar se marcha todo aquello que olvidamos.
Nunca supiste cuál era mi motivo. Porqué te amaba de esa forma.
No hay en mi, nada que te pertenezca.
Y yo tan solo poseo el boceto del recuerdo.
Apenas se, que te sentabas a mirar como escribía y sonreías molesto por lo que tú considerabas un desprecio en tu presencia.
Mi mundo te despreciaba.
Jamás vi tal odio atroz, tal desvarío provocado por el pavor intenso.
La rabia se medía en tus palabras, y tratabas de zafarme de mi mente a toda costa.
Me llevabas entonces, casi a rastras al cuarto, y yo todavía atada a las palabras por el pasillo,
te obedecía muda, sabiéndome ajena, con los ojos encendidos y el centro caliente.
Me dejaba caer al abismo de tu ira, a tu mirada de ciego que busca en la profundidad una respuesta.
Tú sabías desde siempre que yo no era posible.
Mi amor te llegaba como un castigo y así lo recibías.
Yo te sonreía y cerraba los ojos.
Volvía a mi mundo lleno de música donde el jadeo de la noche no lograba rozarme.
Después, tu te dabas la vuelta, haciéndote el esquivo, y a los tres minutos exactos, como un niño pequeño,
reclamabas tu reino
y te dormías.
Mi olvido no te nombra.
Pero a veces me llegan ecos; Me cuentan que me sobreviviste comprándote un coche antiguo, arrancando tu lujuria con alguien que se me parece.
Pero solo es una sombra. Para ti yo no he existido.
Mi Talión es este. Nunca hubo otro.
Estaba en mi piel cada vez que te acercabas, me salía por los labios, empapaba tu camisa.
El amor es ingenuo y está lleno de tópicos.
Me reprochas entonces el porqué, el cómo de mi olvido.
-Si me querías tanto- Dices entre susurros-
Mi respuesta es blanca y choca contra tu pecho.
-Acepta entonces, un olvido contundente
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