Te gana la arrogancia.
De lo contrario, yo habría cedido ya hace mucho tiempo a tus artimañas.
Pero te gana la arrogancia.
No soporto ese aire de vencedor que crees que te concede el triunfo.
Detrás de tanta trama, tan solo hay un hombre con huesos y con alma.
Yo se que ni tu mismo te consigues creer el laberinto en el que andas, y por eso, te observo cuidadosa, mido cada nuevo movimiento.
Te ofrezco el juego necesario para alimentar el deseo, y después me aparto.
A veces, me llegan tus palabras tratando de apresarme. Y aunque sabes, que yo no entro en los listados, ni en las estadisticas de tu bitácora, me igualas a todas tus conquistas, cometes el mismo error, y no hallas la manera de actuar distinto, de pensar un nueva estrategia en la que yo quede indefensa, con la que el muro caiga y logres conquistarme.
Conozco tus trampas. Son las mías.
Me se de memoria los caminos que ahuyentan tu sueño por las noches.
Y todas tus defensas.
Eres derribable.
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